Una vez sancionada la Constitución nacional y acallados los intereses de las provincias del interior en 1862 –con el triunfo de Mitre en Pavón–, los engranajes para la construcción de un Estado nación se asientan paulatinamente durante las tres presidencias históricas que cubren las décadas de 1860 a 1880.[1] La vida política se debate entre alianzas precarias y personalistas que buscan coincidir con las decisiones autonomistas o nacionalistas de los intereses porteños. En 1880, la presidencia de Julio Argentino Roca, impulsada y sostenida por nueve provincias, será el espaldarazo final para la centralización de los poderes y de las decisiones de un estado hegemónico. Mercado, moneda, ejército y alianzas políticas facilitan la organización nacional y la inserción en el comercio mundial con la exportación de granos y carnes, y la recepción de capitales y manos de obra extranjera.
El sureste cordobés fue incluido en este circuito recibiendo (en menores proporciones que Santa Fe y Buenos Aires) mano de obra y líneas ferroviarias, elementos imprescindibles para la nueva etapa. La ciudad capital, desplazada en las décadas anteriores por la caída del comercio altoperuano, incrementó su rol de centro geográfico con la comercialización de bienes extranjeros. De esta manera, la ciudad va perdiendo sus límites originarios y nuevos sectores sociales y económicos se entremezclan con el sector dirigente.
No exenta de resistencias y luchas partidarias entre conservadores y liberales, una época de transición se abría para Córdoba a partir de la extensión del Ferrocarril Central Argentino (comunicado, primeramente, con Rosario), de la instalación del primer Observatorio Nacional y de la Academia de Ciencias, complementados con la exhibición de las Artes y las Industrias en la Exposición Nacional de 1871. La preparación de la primera Feria Nacional y sus intermitentes prórrogas fueron motivo de movimientos pendulares tanto para autoridades como para comerciantes y artistas.
La exhibición de obras fotográficas en esta feria, categorizadas por fuera de la pintura, pone de manifiesto la disputa de la fotografía por encontrar su lugar como disciplina independiente dentro del campo del arte. Pero, si bien se instalaba como un objeto de exposición en una segunda categoría –con las correspondientes premiaciones y menciones– aún continuaba dependiendo de la pintura. Todo estudio fotográfico contaba con especialistas en retratística y pintura para embellecer el producto. Recordemos que, en ese momento, la fotografía se reducía a lo meramente técnico y mecánico, alejada de las nociones individuales y manuales supuestas en una obra artística. En algunos casos, los denominados “fotógrafos” se destacaban más por sus habilidades comerciales, por lo que consideraban necesario asociarse con artistas idóneos en la materia. Es el caso, para Córdoba, de Pilcher, quien trabaja en colaboración o sociedad con otros artistas, cuyos nombres se publican en los avisos periodísticos como factor de prestigio y señuelo comercial.


Una de las cámaras utilizadas en este período. Joh. Sachs & Co. Berlín, ca. 1890, tamaño de cámara 13 x 18 cm, para placas de 10 x15 cm. Colección Academia Nacional de Ciencias. Visita de Hugo Gez, Abril de 2016.
A su vez, la fotografía se convertía en un dispositivo certero para el registro de modernización de las ciudades y sus respectivas sociedades. En este contexto, el oficio de fotógrafo va obteniendo un reconocimiento en la sociedad local.
En 1880, con la gobernación de Miguel Juárez Celman y durante los siguientes diez años del juarismo en el poder, la fotografía acompaña y visibiliza los cambios de ese proceso de modernización.
En esta etapa continúan predominando los fotógrafos extranjeros, quienes cuentan ahora con estudios propios, al menos los cinco empadronados en la capital. En distintas localidades de la provincia suman seis más, según las cifras del Primer Censo Nacional de Población de 1869.
En la capital cordobesa, los fotógrafos mantienen una estrecha relación entre ellos, lo cual deducimos por los lazos maritales y las relaciones comerciales que, cambiantes, conforman –al parecer– una comunidad bastante hermética: de socios pasan a ser propietarios de estudios o parientes políticos se convierten en fotógrafos.
La prensa les dedica reiterados comentarios, según la filiación política, promocionando sus servicios y actividades, al mismo tiempo, los avisos clasificados de tipologías diversas se encuadran entre líneas llamativas para atraer al cliente.
Por otro lado, en este período, predomina el proceso negativo/positivo con el uso del colodión húmedo o seco. El colodión húmedo fue el proceso líder hasta la llegada de las placas al gelatino-bromuro; pero, en el período de transición, se desarrolló el colodión seco, un derivado del primero donde la placa ya sensibilizada se cubría con gelatina líquida o goma arábiga. Si bien su sensibilidad –en comparación– era la mitad de la primera, permitía el transporte y durabilidad de las placas hasta 6 meses.
Estos procesos fotográficos posibilitaron la obtención de múltiples copias y la generalización del uso del papel albuminado como soporte de las copias, desplazando a otros materiales: vidrio, metal, etc. El avance técnico permitió el mayor consumo de fotografías (predominantemente, el retrato), lo que instauró el uso y la presencia de casas–galerías diseñadas o adaptadas para este objetivo, con iluminación pertinente y provistas de decorados que construían la escenificación del acto fotográfico. Uso y costumbre que implicaba una ceremonia especial y, a veces, la selección de un vestuario particular, no extendida al común de la población. Era un acto de representación de un sector social que quería y podía distinguirse, dejando su rostro, los de su familia o los de sus amigos en un fragmento de papel en complicidad con la habilidad del fotógrafo.
Indistintamente, los retratos podrían incluir diferentes planos, desde un primer plano a una figura de cuerpo entero o grupos de personas. El formato más conocido era la carte de visite o carta de visita, de un tamaño 10,7 x 6,3 cm, que se solía usar como tarjeta de presentación o recuerdo para un ser querido. Sin embargo, existieron otros formatos mayores como victoria (12,7 x 8,3 cm), cabinet o portrait cabinet (16 x 11,5 cm), promenade (18 x 10,3 cm), panel (21 x 10,3 cm), boudoir (21,8 x 13,4 cm) e imperial (25,2 x 17,3 cm).[2]
En todos los casos, la imagen realizada en un papel albuminado era montada sobre un cartón en el cual el fotógrafo podía colocar –ya sea en el frente o en el dorso– su sello con la dirección del estudio y alguna ventaja comercial ofrecida. Estas inscripciones fueron variando, desde simples tipografías hasta logos y dibujos artísticos. En esta etapa, se resalta la razón social que consigna el origen del empresario, encuadrado entre banderas y escudos del país de origen, y de destino.
Los álbumes familiares resguardaban estos retratos en sus respectivos tamaños y fueron objeto de adorno en las salas de las viviendas del sector acomodado, pero además una demostración de sus redes de sociabilidad y de la importancia simbólica de la familia y de su memoria, una genealogía reconstruida a través de la fotografía. Los aspectos representativos de la imagen, su capacidad de creación y de reafirmación en la configuración identitaria, se convierten en dispositivos útiles para el proceso de construcción del imaginario de una época, de una nacionalidad o del sentido de pertenencia a un sector social.


Álbum familiar. Encuadernación en tela, tapas de cuero repujado con adornos bordados de tela. Colección José Luis Lorenzo.



Álbum tapas doradas. Encuadernación en tela, tapas de cuero calada con detalles de terciopelo rojo. Medidas del álbum: 28 x 21 cm (lomo: 5 cm). Colección Rosita Rovelli.

Álbum tapa de bronce. Encuadernación en tela, tapas de cuero con aplique de placa de bronce labrado. Parte trasera con cuero repujado. Medidas del álbum: 40 x 22 cm (lomo: 6 cm). Colección Rosita Rovelli.
El hito más novedoso de este periodo es la obtención de fotografías de exteriores, de ciudades y de espacios diversos (denominadas vistas) que fueron objeto de difusión, de comercialización y de coleccionismo. Se registraban los cambios implantados por el nuevo orden mundial y se daban a conocer en el extranjero las riquezas y costumbres del lugar fotografiado. Por lo general, se vendían compiladas en grandes álbumes de tapa de cuero repujado con letras doradas que signaban un título, el nombre del fotógrafo o de la casa fotográfica y el año. En algunos casos, está presente como símbolo del posicionamiento del oficio, el retrato del fotógrafo en la primera hoja del álbum.

“Vistas generales de la Provincia de Córdoba, República Argentina. I Fotografía Inglesa”. Medidas del álbum: 43 x 32 cm (lomo: 3 cm), cuero repujado azul. Medidas de las fotografías: 22 x 17 cm. Colección Analía Righetti.

“Vistas. Fotografía Inglesa, Córdoba”, Medidas del álbum: 38,5 x 28 cm (lomo: 6 cm). Encuadernación en tela, tapas de cuero repujado con letras doradas. Medidas de los cartones (hojas): 26,5×35 cm. Medidas de las fotografías: 21,03 x 15,5 cm (varían levemente sus dimensiones). Colección Efraín U. Bischoff.

“Córdoba. Recuerdos de Viaje. 1887”. Fotografía Inglesa de J.B. Pilcher. Colección Familia Dussaut.

“Obras de Riego en Córdoba. Dique de San Roque”. Medidas del álbum: 27,5 x 44,5 cm. Encuadernación en tela, con lomo y punteras de cuero. Medidas de las fotografías: 16,4 x 22,5 cm. Colección Roberto Ferrari.

“Vistas de las Obras de Irrigación de los Altos de Córdoba. Fotografía Inglesa”. Medidas del álbum: 40 x 30 cm. Medidas de las fotografías: 22 x 17 cm. Agosto de 1886. Proviene de DIPAS (Dirección Provincial de Agua y Saneamiento), actualmente se encuentra resguardado en el Archivo Histórico de la Provincia de Córdoba.
La fotografía ha revolucionado las formas de representación de las sociedades y las ciudades al inmortalizar personas y paisajes. Luego, con los avances en su técnica, cubrirá sucesos y acontecimientos, como veremos en la siguiente etapa.
Se inicia también un largo camino de la fotografía en tanto entretenimiento, distracción y aprendizaje, ya que se instaura un primer sistema de proyección de imágenes con el llamado gabinete óptico que se irá perfeccionando a lo largo de los años.

Diario El Progreso, 16 de junio de 1870.
Abreviaturas:
A.H.M.C.: Archivo Histórico Municipal Córdoba
A.H.P.C.: Archivo Histórico Provincial Córdoba